A lo largo de mi carrera profesional, he conocido algunos casos y circunstancias que me han inspirado a escribir breves cuentos. Cada relato es el recuerdo de personas y hechos que me emocionaron, sorprendieron, e inspiraron.-
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LOS CAFES DE LA JUSTICIA.-
Definir el significado de la palabra “justicia” es una de las tareas intelectuales más difíciles que puede afrontar cualquier persona. Todos tenemos en mente una vaga idea de lo que creemos puede significar esa palabra, pero ante el concreto requerimiento de emitir una definición… tenemos un problema. Podemos intentar construir algún concepto, entonces decimos algo así como “la justicia es hacer lo justo y equitativo”, “hacer lo que está bien”, “cumplir la ley”, todos conceptos imperfectos e incompletos. Los que recordamos algo del Derecho Romano podemos recurrir a la clásica definición de Ulpiano: “Dar a cada uno lo suyo”… y con ello pretender evadir el problema de la ambigüedad con una definición aún más ambigua. Es difícil definir la palabra “Justicia”. Otra alternativa es definirla a partir de los elementos que la componen en la imaginación: la Justicia se representa como una mujer, con los ojos vendados, con una balanza en una mano y una espada en la otra. Sin embargo, sabemos ya que esos elementos no son más que una ficción. La pretendida imparcialidad es una ilusión, la balanza no siempre está en equilibrio, y la espada nunca cae sobre los poderosos.
Existe otro elemento, mucho más realista, mucho más mundano, y mucho más concreto, que podemos usar para definir la Justicia: El café. No el café como bebida, sino el café como lugar.
Es una tradición profundamente arraigada en nuestra civilización, que frente a los edificios de los Tribunales, haya siempre varios cafés. De todo tipo, pequeños, grandes, nuevos, viejos, limpios y no tanto. Esta tendencia tiene su explicación histórica en la forma como se ejercía esta profesión. Los tribunales estaban ubicados en la capital de cada provincia, y en las ciudades importantes, pero la zona territorial que comprende su jurisdicción abarcan muchos otros pueblos y ciudades. Por ello, los abogados debían viajar hasta esa ciudad, casi a diario, para llevar sus escritos, mandar las notificaciones, retirar los oficios y mandamientos, anoticiarse de las resoluciones nuevas, etc. Y luego del viaje, y de cumplidas las tareas, nada mejor que relajarse y tomar un buen café. O a veces el café era el desayuno, porque había viajado muy temprano para llegar a tiempo a una audiencia. El café era contención, refugio de la lluvia o del calor, y, sobre todo, punto de encuentro. Encuentro con colegas, en la misma situación. Distendidos, relajados, amigables. Ya no estamos en el Tribunal, ya estamos en un ambiente íntimo y confortable, como un segundo hogar. Y en ese ambiente distendido podíamos quitarnos las corazas, y conversar sinceramente. Y en esas conversaciones, surgen coincidencias, puntos en común sobre los casos, aun cuando seamos contrincantes. Allí se acaba la rivalidad, y nace la oportunidad. Y en ese ambiente distendido, de confianza y sin tantas estructuras, se llega a acuerdos. Acuerdos conciliatorios que ponen fin a litigios que podrían haber llevado años en resolverse, y que hubieran implicado un enorme gasto material para todas las partes. Solo sabrá dios cuántos pleitos judiciales se resolvieron en un café. Esos cafés, son puntos de encuentro. Y en definitiva, eso es la justicia: un punto donde se encuentran las pretensiones de ambas partes. En definitiva, el mejor símbolo de la Justicia, son los cafés de la Justicia. (Dedicado a Héctor J.B. Martoglio, a 5 años de su partida).-